La música de Dano entre relojes de arena

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Fotografía por @javiziontifik bajo la dirección creativa y diseño gráfico de Studio @GonHergueta





Dano ha presentado hace apenas unos pocos días ‘El Hombre Hace Planes Dios Se Ríe’, una vorágine de vientos altos, percusiones lentas e historias profundas.

 

Tengo en casa una de esas cacharras de vinilos más viejas que un pasadizo. Era de mi padre y es por eso por lo que únicamente tengo vinilos de Dire Straits, Deep Purple, Led Zeppelin, Pink Floyd y todos esos Cristos – como los llamaba aquel amigo de Kerouac – melenudos heroinómanos de los años sesenta. Todavía funciona, aunque, en realidad, casi no la pongo en marcha porque – no nos vamos a engañar – me da mucha pereza. A veces la miro y me sorprendo de lo que había que hacer hace unos años para poder escuchar música.




En la época de los discos de vinilo de 33 RPM la música era algo restringido a situaciones muy concretas, más allá de lo que podía oírse de la radio o los propios conciertos. Antes de todo esto de la posmodernidad y la cuarta revolución industrial la gente se reunía en garajes (romantizando un montón aquellos años, por supuesto) para fumar maría y escuchar a Serrat y Raphael, y aquello de quedar para escuchar el último álbum de Nirvana es la razón por la que muchos nacimos en los noventa. En resumidas cuentas: escuchar un disco nuevo era un acontecimiento, un momento en el que la música era la protagonista porque no podía atravesar las fronteras de una habitación, de un local y lo único que podía escucharse más allá de aquellos lugares era en las radios. La gente salía a correr sin auriculares. Ver para creer.




 

La música ha cambiado, claro; ahora vamos a todas partes con Spotify, Apple Music o esa otra aplicación que nunca sé como se llama, los auriculares y hasta un altavoz bluetooth con el que joderles la siesta a los vecinos del parque. Qué sé yo. Todo en la industria ahora es acelerado y caótico, casi como un mal sueño, y los modelos de consumo en todas las plataformas son devoradores de comida rápida. Por suerte para los oyentes tenemos a unos muy buenos artistas que son capaces de sacar adelante grandes trabajos sin dejar que la efervescencia del éxito les afecte demasiado. 

 

 

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Dano siempre ha estado muy ligado a ese concepto de atemporalidad, a un sonido que tintinea entre relojes de arena, y es que el tipo es una tienda de vinilos andante. Ha presentado hace apenas unos pocos días ‘El Hombre Hace Planes Dios Se Ríe’ y sorprende la duración: una hora y ocho minutos divididos en dos caras en las que el argentino ha llamado a sus chavales para grabar sus manos en el cemento fresco y dejar su huella en la eternidad. La atmósfera jazzista y los vapores cálidos del R&B por todas partes y la vívida sensación de cafetería neoyorquina conforman una experiencia muy disfrutable y profunda. En el aspecto lirico, todo el álbum, incluyendo las colaboraciones, destacan por la coherencia métrica y la musicalidad silábica, algo que es un sello habitual de Dano. En ese sentido hay destacar ‘Signo Marte’, donde los cachos de Kuma son estructuras absolutamente demenciales Mires donde mires, barras como brazos. En lo que respecta a las colaboraciones, ‘EHHPDSR’ es prácticamente una obra coral donde el protagonismo no recae en el propio Dano; la atención y los elogios pueden desparramarse en todas las direcciones, y es que tremendo pelotón: Juicy Bae, Duki, Mir Nicolás, los ya habituales Peke y Bobby, Elio, Hoke, Joka Jr. Suárez, Dante Spinetta, Lil Supa, y los canarios Cruzzi, Bejo y Choclock pintan de colores un trabajo multidisciplinar, denso y lleno – en serio, repleto – de matices, sonidos y recuerdos de otras épocas  que, si bien nunca vivimos, revivimos al pulsar el play. El contraste de estilos entre todos los artistas que participan en el disco no desentona en absoluto y todo queda orgánico y bien asimilado dentro de un una estructura melódica construida como la maqueta de un barco en una botella.




Lo que ha hecho Dano con ‘El Hombre Hace Planes Dios Se Ríe’ es aparcar un Chevy del 69 en el mirador más alto de la ciudad, encender un puro y reír a carcajadas mientras, bajo aquel mar de luces, todos pensamos “qué hijo de puta”. Un disco con colaboraciones exquisitas y otro solo escandaloso de Escandaloso Expósito; no puede pedírsele nada más. Ha creado un dejá vu, una vorágine de vientos altos, percusiones lentas e historias llenas de profundidad y no me atrevería a sentarme delante del portátil, humeando hachís por la nariz y con un rostro de cemento a contaros que sí, que he entendido todo y hacer uno de esos análisis sesudos donde os explico con una condescendencia supina una semana después del lanzamiento, todas las referencias del disco. Porque ‘EHHPDSR’ no trata, siquiera en este aspecto, de hacer las cosas así. Álbum con moraleja, porque la prisa mata al arte. 




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