“Mi Tío”, o como enamorarte de una película.

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Jacques Tati no fue un Keaton o un Chaplin. Con Tati no sueltas una carcajada, con Tati sonríes. Porque toca donde hace tiempo que no sentías, con naturalidad, inocencia y sin juzgar nada.

 

En 1955, Jacques Tati ganó el Oscar con esta película, pero todos sabemos que estos premios no son sinónimo de calidad. Aunque a veces sí. En este caso de sí. “Mi tío” narra la historia de un sobrino, en una gran casa, en un gran barrio, de un modesto pueblo. La casa con toda clase de lujos y unos padres perfectos no puede ser más aburrida, así que solo se divierte con sus amigos y con su tío, el “mesie Hulot” (Jacques Tati).

 

Fragmento de la película “Mi Tío”

 

Lo fácil sería dejar claro que los ricos son aburridos y los pobres divertidos porque los ricos no saben apreciar las pequeñas cosas, ya que están muy ocupados con sus lujos y en
mantener un estatus social. Nada más lejos de la realidad. Tati no es fácil. Cualquier Chaplin hubiera caído en el tópico. Pero con solo ver la escena de la fábrica, deja bastante claro que, de alguna manera, esta película es el “Anti tiempos Modernos”.

 

 

En esta película no hay personajes malvados. Todos son encantadores en su mundo y no hacen mal a nadie. Podríamos pensar que los niños sí hacen travesuras, pero son eso, travesuras. Están llenos de inocencia y alegría. Incluso en un momento dado hay una pelea hasta que uno de ellos dice: “Silencio, vamos a jugar”. Y con eso todo solucionado.

Por otro lado, Tati es un mago con la cámara y el corte. Sabe perfectamente en qué lugar colocarla y como dirigir la acción para que, aunque pasen un montón de cosas, tu mires donde él
quiere. Véase la escena del jardín. Este don lo constataría años más tarde en “Play Time”. Pero eso es tema para otro día.

Una película fuera de su tiempo, porque su tiempo aún no ha llegado. Seguramente tenga algún origen extraterrestre.

 




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