“Dersu Uzala”, o como entender la realidad



Akira Kurosawa conoce la naturaleza tal y como es. En esta película, la muestra tal y como es. Y tal y como son las cosas hoy, no está de más asumirla. Vamos a intentarlo.
Dersu Uzala fue un cazador que vivía como un nómada en lataiga (un bosque de Rusia, para que nos entendamos). En 1902 sirvió como guía a Vladímir Arséniev, un explorador ruso el cual estrechó una íntima amistad con él. Años más tarde publicó un libro de memorias con su nombre, y en 1975 Kurosawa estrenó una película homónima.
La película arranca con una exploración capitaneada por Vladímir Arséniev en la que tienen un encuentro con un anciano cazador llamado Dersu Uzala. Éste guía al capitán y sus compañeros por la taiga salvándoles la vida en varias ocasiones. Dersu enseña al grupo de expedición como deben de relacionarse con el hábitat para sobrevivir. El capitán Arséniev admira a Dersu tanto como Dersu a él. Cuando Dersu está demasiado mayor para enfrentarse al entorno Vladímir le invita a vivir a su casa. Al tiempo Dersu se sentirá encerrado.
Personalmente destacaría un momento. En medio de la exploración se encuentran con un anciano chino conocido de Dersu que vive en la taiga en soledad. El capitán le pregunta a Dersu por qué no se une a la cena con ellos. El cazador le explica la desdichada vida de su anfitrión y su deseo de vivir en soledad. Al escuchar esto el capitán se dispone a invitarle a unirse y Dersu le detiene. Le explica que no hay nada que hacer, esa persona está rota por dentro y morirá así. Que no la puedes reparar con amabilidad, más bien le molestaras.
Esta película nos muestra la naturaleza desde el punto de vista de Dersu, un anciano que vive en ella. Por y para ella. Sin paternalismos. Dersu habla del fuego, los árboles, el sol como “gente”. Esto muestra la filosofía del animismo, la cual considera que distintos elementos naturales tienen “alma”. Pero quedarnos ahí sería superficial. La profundidad que esconde cada vez que Dersu habla del fuego como “gente” es mucho mayor. Está diciendo que todo puede tener un propósito, sea bueno o malo. Y más que venerarlo hay que conocerlo, para poder convivir con él.
