Asalto a los cielos



Otra vez salta al imaginario de Madrid ‘Asaltar los cielos’ en el Palacio de Vistalegre.
Texto: Aldo Conway y Marcel Guinot.
Entrar en la pista de Vistalegre es darte de bruces con la paradoja definitiva. Hace mucho tiempo que, tanto en el debate público como interno, se discute acerca de la ‘muerte’ del freestyle, y se habla de un entretenimiento agotado por la repetición de los enfrentamientos y sometido a la robotización de sus participantes, hoy más deportistas que artistas. Y todo esto coincide con la gran caída de reproducciones de grandes batallas en Youtube, el vehículo que permite desarrollar la industria y prever la viabilidad de ofrecer grandes eventos en vivo.
En este contexto presumiblemente desfavorable, es entonces inexplicable que Urban Roosters haya colgado el cartel de ‘sold out’ en dos fechas consecutivas en Madrid y el espacio habilitado para el público se parezca a la grada de animación de un equipo bronco y copero, con grupos de hombres de mediana edad tambaleándose y jaleando cada rima como goles de su delantero; niños y adolescentes ilusionados que ven a sus ídolos por primera vez y padres que, curtidos en el arte de no entender nada gracias a la insistencia de sus pequeños, ahora conocen la intrahistoria de cada batalla y ‘forofizan’ el ambiente.

La quinta temporada de FMS ha sido tortuosa y larga y la segunda fecha consecutiva de las finales ha vendido todos los boletos. Casi todo está como al principio y a la vez nada es como antes. El blanco a batir sigue siendo el original, el que ha habido siempre. Tricampeón del circuito de Urban Roosters, bicampeón en Red Bull; God Level, Supremacía. Batalla de Maestros. Los títulos de un aristócrata en manos de un tipo cualquiera de Entrevías. Los puestos de descenso son, con la salvedad de Sara y Tirpa, los mismos que en la última jornada en Murcia de la primera temporada. Zasko y Blon, más viejos, alzados campeones nacionales, siguen en media tabla y sin jugarse gran cosa. Hay caras nuevas que estuvieron siempre. El plantel ha sido un gazpacho generacional de viejos conocidos y aspirantes a la gloria.
Los aficionados batallan en la pausa para el cigarro, entre tiritonas y saltitos en falsete y se arremolinan como polillas en las estufas sobre el césped artificial de la puerta sur del edificio. “Tirpa está muy infravalorado, pero se tiene que poner las pilas” La cola del baño es como desvirtuar los comentarios de un recopilatorio de mejores momentos en YouTube y trasladarlos al metro de espacio entre los cordones separadores carmesíes que encauzan a los prisabundos visitantes del lavabo. El público de las gradas es heterogéneo; mucho más el de pista, que suele ser un espacio reservado — y más caro — para los que no pueden soportar la tensión sentados. Un tipo de unos sesenta años que acompaña a un chaval con la camiseta corporativa de Urban Roosters mientras este le pone al día de todo: Mr Ego se juega el descenso junto a Tirpa y Socas, pero no tardan en virar la conversación hacia el evento de la noche. Del año. Del siglo, dicen algunos.

Todos saben, sin embargo, que a lo que se ha venido la última noche del año es a disipar dudas. A aclarar el futuro.
Chuty lleva siendo el mejor de España desde que Kensuke se compró las gafas y el formato de Urban Roosters no ha hecho otra cosa que consolidar su posición como el mayor trofeo a batir para cualquier freestyler. Derrotar a Chuty. Una década en el blanco de todas las miradas, en el punto más alto de cualquier aspiración.
A mitad del evento ya hay gente visiblemente borracha; es, antes que nada, una fiesta, la última fiesta de la temporada y el público está exaltado. Las batallas hasta el momento, Hander vs Mr. Ego, una reyerta de puerta de after en la que el valenciano hizo todo lo posible por arrastrarlo con él al averno del descenso; Socas vs Tirpa, el otro duelo por la permanencia, colocó al malagueño en una posición segura mientras que la artista canaria deberá pugnar en el playoff contra el tercero del ranking de ascenso. Tras las dos primeras batallas, el evento discurrió a un lapso disfrutón, de paso relajado, con las batallas de Zasko y Sawi, y Blon vs Sweet Pain en las que no había prácticamente nada en juego y el despliegue de fuegos de artificio, filflas y acrobacias métricas fueron los protagonistas.

Encarando el ocaso de la gran final, Mnak.
Hace algunos años, el rookie del año fue un tipo del tamaño de una montaña. Arrasó el circuito de ascenso y mantuvo un invicto hasta casi la mitad de su primera temporada en el panorama profesional. La final de la BDM Nacional fue en Murcia, en 2019. Una de las últimas grandes citas del ascenso era la competencia de rango 1 que decidiría la tranquilidad con la que afrontarían muchos los últimos eventos de la temporada. Un desconocido Mnak fumaba en un rincón a la salida de la Sala Gamma de Puente Tocinos sin llamar la atención de los asistentes. Force y Skone salieron bajo la lluvia tras su batalla aplazada con un séquito de fans tras ellos y Mnak miraba la escena de pie, a pocos metros. Años después de aquel día, en que derrotó a Sweet Pain en la final y asegurando su ascenso como número uno de la lista, es imposible preguntarse qué pensaría aquel tipo enorme viendo a sus dos futuros compañeros salir como estrellas de rock del evento en que, a fin de cuentas, el protagonista acabó siendo él y si hoy lo siente como un dejà vu.
¿Por dónde íbamos? Ah. Chuty vs Gazir. Mnak vs Skone. Primero contra segundo, tercero contra cuarto. El mejor amigo de uno contra el mejor amigo de otro. Es con la quinta y sexta batalla cuando la Final de FMS España se convierte en la película que todos han venido a ver. Al nacimiento del héroe, a la caída de la bestia.
“A mí me da exactamente igual que gane el uno o el otro. Si gana Gazir, bien por él. Pero si gana Chuty yo creo que hasta que se retire no lo tumba nadie”. Otro tipo sí que apuesta por el asturiano en la cola del lavabo “Chuty es casi invencible, pero es que el otro no es humano, tío, ¿has visto las cosas que hace?”. La cola avanza rápido porque todos tienen prisa y comparten sus opiniones con los hombros alzados frente al urinario y mirando al frente – la dinámica de estos sitios suele ser siempre igual – dos chicas tropiezan en las escaleras al tratar de volver corriendo a sus butacas. “Ay, qué hostia. Corre, corre.”
Lo bueno es, que a pesar de la tensión de la final, Mnak y Skone son expertos en el control del público y convierten una batalla en la que, realmente, no se jugaban nada, en un show cuasi bélico estructurando una narrativa fantástica: la carrera de fondo con Gazir por ascender, posicionarse en la liga, finiquita en una jornada en la que, parece que, si Skone pierde, Chuty se queda sólo. Arrinconado. Malherido, frente a un Gazir sediento de sangre, y empañado por el fantasma de la temporada pasada, que recibió la primera gran ovación de Vistalegre y que observaba desde el banco. Bnet.
“Nuevo Chuty” dice, señalando a Gazir, “Nuevo Skone” golpeándose el pecho. Puntuaciones aparte, el ganador fue el manchego porque entendió que su batalla tenía que ser una arenga a su compañero, una muestra de que pueden darles caza, de que se puede matar a la cabra. “Gazir, a Chuty le puedes dar el entierro porque aunque sé que ha muerto el dueño yo le voy a cuidar al perro”.
Arrinconado y malherido, el de Entrevías no iba a ceder la corona por nada en el mundo. Skone había perdido pero él no pensaba correr la misma suerte. Hay que sudar sangre para ganar a Chuty. Es algo reservado para unos pocos privilegiados. O para Yenky One. Un S/O, René.

De unos años a esta parte, el rookie del año ha sido un tipo más pequeño de lo que ha sido lo habitual. Un chaval brillante de Asturias o un genio de la Facultad de Física. Todas a la vez, en realidad. La sombra de las finales se cernía sobre él y las dudas sobre su capacidad para sobreponerse a los nervios eran lo único que lo separaban del anillo. Es el mejor de su generación, y quizá el mejor de todas las generaciones que ha habido, aunque es pronto para decirlo.
Un cruce violento y discursivamente impiadoso en la que no hubo atisbo de superioridad de ninguno de ambos hasta que en la réplica, Chuty cayó en la repetición argumental “Gazir repite rimas” mientras que la variedad conceptual del asturiano fue in crescendo hasta que, al cantar el final Bekaesh, su brazo se alzara ante quince mil personas en Vistalegre.
Fin de ciclo, dicen. Nada más lejos. Ahora hay dos dioses en los cielos.